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domingo, 30 de junio de 2013

LUIS NOVAL, EL SACRIFICIO DEL MILITAR QUE MURIÓ HEROICAMENTE POR SUS COMPAÑEROS.

Con el fusil en la mano y el recuerdo de su España natal en el corazón. Así fue como murió en Melilla el cabo Luis Noval en una fría noche de 1909 cuando, al observar que una patrulla mora pretendía acceder en plena noche a uno de los campamentos españoles en el Rif, gritó«¡Tirad que son los moros! ¡Viva España!». Aquel día, este militar salvó miles de vidas a costa de la suya, pues fue asesinado a sangre fría por los rifeños pocos segundos después.

En plena Guerra del Rif, la valentía del cabo Noval le permitió ser galardonado con la Cruz Laureada de San Fernando de 2ª Clase, una de las mayores distinciones a las que podía acceder la tropa entonces. Sin embargo, su fallecimiento también marcó el inicio de una de las guerras más sangrientas de toda la historia de España, la cual no finalizaría hasta después de varios años.


La cesión de un territorio mortal

Y es que, la situación que España vivía en el norte de África en esta época era, cuanto menos, de tensión. Todo comenzó con la cesión de una pequeña franja de territorio a nuestro país en el la zona norte de África, un lugar que dio mas quebraderos de cabeza que glorias a los españoles.

«España consiguió la cesión del territorio del Rif, -o el equivalente a una franja del Marruecos septentrional, que va desde la frontera con Argelia al Océano Atlántico-, gracias a las presiones de Inglaterra a Francia», determina en declaraciones para ABC la investigadora María Rosa de Madariaga, autora, entre otras obras, de «En el Barranco del Lobo. Las guerras de Marruecos».

«La rivalidad colonial entre estas potencias europeas a lo largo del SXIX terminaría cuando ambas comprendieron que en vez de pelearse sería más provechoso un reparto de zonas de influencia, particularmente en África. Así, en virtud del acuerdo franco-británico de abril de 1904, Francia dejaba a Inglaterra las manos libres en Egipto, a cambio de que ésta se las dejara libres en Marruecos. No obstante, no deseando Inglaterra que del otro lado del Estrecho se estableciera una gran potencia como Francia, hizo valer ante esta última los “derechos históricos” de España en el Norte de Marruecos para que le cediera la franja septentrional del territorio», completa la autora.

«A España la pusieron ante el hecho consumado: o aceptaba lo que se le ofrecía o quedaba excluida del reparto. Así, en la Declaración franco-española de octubre de 1904, España se limitó a aceptar lo que Francia e Inglaterra habían decidido cederle sin consultarla», finaliza María Rosa de Madariaga.
El inicio de las hostilidades

Unos años después, y con la consumación del reparto colonial, la situación se recrudeció cuando España inició la construcción en territorio rifeño de un ferrocarril que pretendía unir la cabila -tribu local- de Beni Bu Ifrur (de gran riqueza en minerales) con Melilla. «La guerra estalló en julio de 1909 a causa de la oposición de las cabilas a la construcción del ferrocarril minero para el transporte del mineral de hierro de los yacimientos de Uixán (cabila de Beni Bu Ifrur) al puerto de Melilla», determina la experta.

Con escasa formación, Noval partió hacia África para luchar contra las cabilasFinalmente, la oposición se hizo patente a principios de julio en un hecho que daría lugar a la denominada Guerra de Melilla. «El día 9 de julio de 1909, aproximadamente a las siete de la mañana, unos cabileños dispararon sobre un grupo de 13 obreros españoles que empezaban su labor para la cimentación del puente sobre el arroyo de Sidi Musa en Beni Ensar, a unos seis kilómetros de los límites de la ciudad de Melilla, matando a cuatro de ellos e hiriendo a tres», afirma en declaraciones a ABC el coronel José Manuel Gil Mendizábal.

Este suceso significó el inicio de las hostilidades entre los nativos y los españoles. «Las fuerzas de la guarnición de Melilla reaccionaron realizando una operación de castigo y ocupando Sidi Ahmed el Hachen para asegurar las obras en la vía férrea. Estos hechos se consideran el inicio de la “Campaña de Melilla de 1909” y aceleraron los planes de movilización y refuerzo de la Ciudad», completa el militar.

Poco tiempo después comenzó la movilización masiva de tropas, las cuales partieron sin demora al norte de África con la firme intención de pacificar el territorio y hacer valer los intereses españoles en la región. En estos momentos iníciales, uno de los cientos de soldados que dejó atrás a su familia para combatir contra las cabilas era Luis Noval Ferrao, un joven que vería acabar su vida como un héroe poco tiempo después.
Comienza la aventura

Noval nació en Oviedo un 16 de noviembre de 1887. De profesión ebanista, no pasó demasiado tiempo hasta que entró a formar parte del ejército. «Ingresó en filas como soldado del Regimiento de Infantería del Príncipe nº 3, de guarnición en Oviedo, el 4 de marzo de 1909. Juró bandera el 11 de abril y ascendió a cabo por elección para la 4ª Compañía del Primer Batallón el 1 de septiembre de ese mismo año», añade Mendizábal.

El Rif trajo a España más quebraderos de cabeza que gloriaSin embargo, y como tantos otros, Noval no disfrutó de una amplia formación, pues su unidad pronto fue llamada para reforzar las posiciones españolas en el norte de África. «El 10 de septiembre de 1909 salió de Oviedo con su Regimiento por ferrocarril con dirección a Málaga, donde llegó el 13, embarcándose seguidamente en el “Ciudad de Cádiz” y desembarcando en Melilla el 14. Ese mismo día marchó con su Compañía (4ª del primer Batallón) al Campamento de Cabrerizas Altas, donde el regimiento se reunía», determina el experto.

Una vez en su destino, Noval participó en varias batallas como la deTaxdirt. «En la meseta de Taxdirt, habiendo estado los soldados españoles sometidos durante horas al fuego de los rifeños, tomó el general Tovar la decisión de relevarlos. En un momento en el que la meseta quedó libre, los rifeños trataron de ocuparla, siendo entonces cuando tuvo lugar la “carga de Taxdirt”, en la que un escuadrón de Alfonso XII, con el teniente coronel Cavalcanti al frente, evitó que la ocuparan», determina por su parte María Rosa de Madariaga.
La última misión de Noval

Tras la batalla de Taxdirt, el militar también estuvo presente el 22 de septiembre de 1909 en la toma del Zoco el Had de Beni Sicar (una zona de gran importancia estratégica ubicada a unos pocos kilómetros de Melilla). No obstante, tras la conquista de la posición se planteó un problema para los españoles: aunque sabían que debían defender a costa de sus vidas el lugar, no disponían de suficientes fortificaciones para rechazar un ataque masivo de los rifeños. Por ello, comenzaron rápidamente las labores de construcción de defensas a sabiendas de que un minuto perdido podía significar la muerte de un gran número de sus compañeros.

A su vez, y para evitar ser atacados por sorpresa, los mandos organizaron varias patrullas nocturnas (también llamadas escuchas) a las que dieron orden de informar ante cualquier peligro. Concretamente, se construyeron alrededor del campamento varios «pozos de tirador» (pequeñas trincheras) como avanzadilla y, además, se estableció que un soldado debería recorrer estos reductos periódicamente para asegurarse de que no habían caído en manos enemigas.

De esta forma, durante a noche, una mezcla de tensión y miedo sacudía la columna de los vigilantes que, armados únicamente con su fusil y una valentía inigualable, inspeccionaban los alrededores del campamento en un intento de impedir un asalto masivo sobre sus camaradas.

Así, en la noche del 27 al 28 de septiembre, en un turno que en un principio no parecía deparar ninguna novedad, Luis Noval fue seleccionado para patrullar alrededor de los pozos. «Aquella noche el cabo Noval se encontraba en el Campamento de Zoco el Had, encuadrado en la 4ª Compañía que acampaba, junto con la 1ª y 2ª, formando un campamento mandado por el Coronel Molo. Su cometido era realizar la vigilancia y el enlace de 6 puestos avanzados y dobles situados entre flanco derecho de dicho campamento y el reducto al noreste, ocupado por la 3ª Compañía del primer Batallón», añade el militar.

La muerte de un mártir

Sin embargo, lo que en un principio comenzó siendo una noche tranquila cambió radicalmente cuando, aproximadamente a las dos y media de la mañana, Noval llegó a uno de los puestos, el cual estaba defendido -según afirma en el auto el Fiscal redactor del juicio contradictorio preceptivo para la concesión de la Cruz de Orden de San Fernando-, por los soldados Patiño y Fandiño.

Tras alertar a sus compañeros, murió tiroteado por los rifeñosConcretamente, Noval vislumbró de repente que un nutrido grupo de cientos de rifeños avanzaba hacia ellos amparándose en la oscuridad. El cabo no tuvo tiempo de reaccionar pues, casi al instante, los enemigos abrieron fuego sobre el lejano campamento español desde el cual, a su vez, se devolvieron los disparos.

En pocos minutos la situación se volvió insostenible, lo que provocó que Noval iniciara la retirada hacia el acantonamiento después de ordenar a Patiño y Fandiño que le siguieran. Sin embargo, parece que la decisión no convenció a este último, pues prefirió esconderse en una trinchera cercana a someterse al fuego cruzado entre españoles y moros.

Con el fuego de fusilería rifeña a sus espaldas, Noval y Patiño iniciaron la carrera hacia la entrada de la fortificación española. No obstante, lo que desconocían era que esta había sido cerrada aquella tarde, por lo que se dieron de bruces con una verja infranqueable. Además, la desgracia no acabó aquí, pues fueron recibidos por los disparos de sus compañeros, los cuales, debido a la oscuridad de la noche, no reconocieron a sus camaradas.

En ese momento, Patiño consiguió con dificultad superar la alambrada y ponerse a salvo al grito de «no tiréis, soy de la 4ª del 1º», lo cual detuvo brevemente los disparos españoles. Por su parte, y tras observar que los rifeños seguían sus pasos de cerca, el cabo Noval tomó la decisión de bordear la verja hasta encontrar una entrada al recinto.

En cambio, Noval pronto dejó de temer por su vida y empezó a preocuparse por la de sus compañeros cuando observó que varios de los moros que le seguían habían conseguido detener el fuego de los defensores al grito de: «¡No tiréis, que somos españoles!».

Al ver que los militares españoles habían creído la estratagema de los asaltantes, Noval no dudó y vociferó a pleno pulmón: «¡Tirad, que son los moros!». No le importó verse cercado por cientos de enemigos, sino que, a sabiendas de que moriría, dio la voz de alarma para después descargar su fusil contra varios enemigos cercanos. Desgraciadamente, este acto de heroicidad le costó la vida.

Una vida que vale un campamento

Tras una noche de fusil, bayoneta y cañón, los españoles consiguieron definitivamente hacer huir al ejército asaltante, el cual, según datos oficiales, contaba con unos 1.500 hombres. «Se mantuvo un nutrido fuego contra ellos durante toda la noche hasta las 11:00 horas», completa Mendizábal.

A la mañana siguiente tocó llevar a cabo la tarea más dura. «Al amanecer, la 1ª Compañía del primer Batallón realizó un reconocimiento ofensivo que desalojó al enemigo de sus posiciones con numerosas bajas y permitió la recogida del cadáver de Noval por la 3ª Compañía», finaliza el militar. Al parecer, encontraron el cuerpo del cabo abrazado a su fusil cerca de un fallecido moro al que, previsiblemente, había empalado con su bayoneta.
El recuerdo de Noval en Madrid

Algún tiempo después de conocerse su hazaña, se propuso que el cabo Noval recibiera a título póstumo la Cruz Laureada de San Fernando de 2ª Clase, el mayor mérito que podía obtener un militar en acto de servicio. «Sus exequias se celebraron el 19 de abril de 1910 en la catedral de Oviedo. Inicialmente enterrado el 29 de septiembre de 1909 en Melilla, sus paisanos tendrían que esperar siete años para recuperar sus restos, que fueron recibos con todos los honores y depositados bajo el monumento, obra de Víctor Hevia, levantado en el cementerio de el Salvador, donde aún reposan en la actualidad», completa Mendizábal.

A su vez, multitud de ciudades le dedicaron varios homenajes. Entre ellos, destacó el realizado por Madrid, donde se encargó a Mariano Benlliure la creación de un monumento en la céntrica Plaza de Oriente. Dicha escultura, que aún hoy puede disfrutarse, fue inaugurada por Alfonso XIII en junio de 1913.

Fuente: Manuel P. Villatoro. abc.es

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